Qué
alegría que vuelva la censura a España. Del todo del todo nunca se fue, eso es
cierto, pero durante dos o tres décadas ha sido tan nimia que por un momento
hemos tenido la extraña sensación de vivir en un país plenamente democrático. Pero
afortunadamente todo eso ya se acabó. No sé si va a ser mucho pedir, pero el
colmo de la dicha sería que volviera la Inquisición (¡Viva las cadenas!) con sus autos de fe, sus sambenitos y sus
condenas ejemplarizantes. Los espectáculos de humillación y escarnio público
siempre han gustado mucho a todo el mundo, sin distinguir clases sociales, que
igual los disfruta el pueblo llano que la aristocracia más refinada, algo así
como lo que pasa con los toros.
La
dicha no es completa, lo sé. Porque en principio, por lo que sea, parece que no
van a detener a ningún sacerdote de esos que desde sus púlpitos incitan al odio
contra los homosexuales, o que fomentan la discriminación de la mujer, o a esos
políticos que trivializan y enaltecen delitos de genocidio que gozan de la simpatía
de la casta que está en el poder. Tampoco les va a pasar nada a los que humillan
a los que murieron en la Guerra Civil o en la cruel posguerra. Ni a los que dicen
en Twitter que habría que cargarse a todos los vascos y catalanes, que a esos
lo mismo terminan dándoles alguno de los innumerables y variopintos premios
Princesa de Asturias. De momento habrá que conformarse solo con los rojos que
se atreven a contar chistes macabros en Twitter o que se van de manifestación y
tienen la osadía de corear ripios que desagradan a los que mandan, y no por
razones estilísticas, claro, que la censura en ese caso quizá estuviera más
justificada. Me estoy leyendo la bien llamada Ley Mordaza y no veo por ningún
lado que sea un agravante formar parte de algún gobierno de izquierdas, pero en
vista de lo que les está pasando a Rita Maestre y a Guillermo Zapata debe de
serlo, y lo que pasa es que yo no sé buscarlo, que esto de las leyes fácil, lo
que se dice fácil, no es.
La
verdad es que lo que nos ha pillado de sorpresa es que esta nueva forma de
hacer justicia tenga carácter retroactivo, que menos mal que no quedaron
grabados los chistes que algunos contábamos en el instituto que si no, a muchos
nos tocaba la “prisión permanente revisable” esa que tanto le gusta al PP. Fíjate
que hasta los chistes del parvulario me parecen ahora mismo peligrosos, que
seguro que si algún concejal rojo cuenta en estos momentos el chiste del perro
“mis tetas” la Fiscalía dice que su intención era humillar a todo el género
femenino y hacer apología de la violencia de género.
¿Y
por qué no pensábamos que podía volver la censura? Porque nos la figurábamos
como en tiempos de Franco, con señores gordos, amargados y rijosos prohibiendo
la publicación de libros y cortando fotogramas con muslos, pechugas y besos en
las películas. No nos habíamos dado cuenta de que la historia se repite, sí,
pero cambiando el decorado para hacernos creer que esto es otra cosa. Aunque la
realidad es que la censura que tenemos hoy, que es la autocensura, es la que
más ha trabajado en todas las épocas en las que se ha perseguido la libertad de expresión.
Pero
los límites de la autocensura los pone uno mismo. Los pusilánimes la llevan a
rajatabla, eso es cierto, pero también los hay que se arriesgan, y esto es lo
bonito, interesante y creativo de la censura. Los atrevidos siempre andan
buscando mil maneras para burlarla con los ardides más sutiles. Y es aquí donde
entra la habilidad para decir las cosas sin decirlas, cuando todos los recursos
expresivos se ponen a trabajar para decir lo que no se dice sin que parezca que
se dice gracias a las metáforas, las alegorías, las dilogías, los juegos de
palabras y la ironía, la bendita ironía, que es el recurso estrella de todas
las etapas inquisitoriales. También nos queda, al menos de momento, el reino de
la ficción, el cine y la literatura. Viene una buena época para los creadores
de mundos imaginarios, fantasías futuristas y terribles distopías que sirvan de
espejo de la realidad del momento.
Y
debéis reconocer que decir las cosas sin decirlas es mucho más meritorio que
decirlas a bocajarro y de forma llana. Y es que con libertad de expresión plena
se gana en sinceridad pero se pierde en riqueza expresiva y en creatividad. Con
la libertad de expresión también se vuelve muy difícil escandalizar a la gente,
si es escandalizar a la gente lo que en ese momento te apetece, claro. André
Breton, adalid de los surrealistas franceses y experto, por tanto, en el
escándalo gratuito, se lamentaba a mediados del siglo pasado de que ya nadie se
escandalizaba por nada en París. Y lo lamentaba con razón. Porque el mundo,
cuando todo está permitido y no hay posibilidad de cometer transgresiones y
herejías, se vuelve mucho más aburrido. Esa es la pura verdad.
Por
eso estoy convencido de que viene un tiempo maravilloso para los creadores de
ficciones y para los mártires que se sacrifican por una causa noble. Ya veréis qué buenas novelas y qué películas más interesantes se van
a hacer a partir de la entrada en vigor de la bien llamada Ley Mordaza. Y no
solo van a ser buenas las obras que se creen durante el tiempo que esté
vigente, sino que su estela perdurará. Los creadores de ficciones del
futuro no dejarán de volver a relatar aquellos años oscuros en los una serie de
políticos corruptos arrebataron los derechos fundamentales a los españoles con
la complacencia de una gran parte de la ciudadanía que obstinadamente seguía
manteniéndolos en el poder. Seguro que dentro de unas décadas habrá una serie
estupenda con gran éxito de audiencia que recreará estos tiempos aciagos, algo
así como Follar en tiempos confusos.
Esto no ha hecho nada más que empezar y ya estoy emocionadísimo, y no quiero emocionarme demasiado por si al final todo esto queda en nada, que lo mismo viene en cualquier momento el Tribunal de Estrasburgo o cualquier otro organismo internacional de esos que velan por los derechos humanos y nos jode la fiesta.
Esto no ha hecho nada más que empezar y ya estoy emocionadísimo, y no quiero emocionarme demasiado por si al final todo esto queda en nada, que lo mismo viene en cualquier momento el Tribunal de Estrasburgo o cualquier otro organismo internacional de esos que velan por los derechos humanos y nos jode la fiesta.